Poner precio a los ecosistemas ayudaría a manejarlos y conservarlos mejor
By Cristóbal Moreno

Poner precio a los ecosistemas ayudaría a manejarlos y conservarlos mejor

En 2014, Naciones Unidas comenzó a promover el Sistema de Contabilidad Experimental de los Ecosistemas (EEA), asegurando que para 2021 lanzará un sistema actualizado, con el objetivo de establecer el valor económico de los ecosistemas. Esto permitiría dimensionar el real impacto de los costos de la huella humana versus los beneficios que otorga la naturaleza. Fuente: El Mercurio, 31 de enero de 2020.

Una de las principales estrategias que el mundo está tomando en la lucha contra el cambio climático son las soluciones basadas en la naturaleza. Ellas no solo permitirán frenar los impactos de la emergencia climática, sino también, de paso, cuidar el medio ambiente. Si bien existen varias maneras de dimensionar en términos económicos el valor de los ecosistemas, la compleja relación entre la naturaleza y el ser humano aún no permite dar con la fórmula perfecta.

Múltiples factores

Tradicionalmente, la manera de medir lo que se produce a partir de la naturaleza es unifactorial. Así, por ejemplo, el valor de un bosque se determina por la madera que se extrae de él, lo que queda reflejado en el Producto Interno Bruto. ‘Pero eso no considera el costo del reemplazo de los bosques naturales ni la depreciación del capital natural’, explica Rodrigo Arriagada, investigador del Centro de Ciencia del Clima y la Resiliencia (CR)2 y académico de la Universidad Católica. Los bosques regulan el clima, lo que es un beneficio a nivel global, pero también mantienen el ciclo de los nutrientes del suelo, sirven como lugares de recreación y, para algunos, son parte de su cosmovisión. ‘Pero el hecho de que eso no tenga precio, no significa que no tenga valor’, dice.

Durante este milenio, han aparecido varias formas de contabilizar el valor de la naturaleza, pero fue en 2014 cuando Naciones Unidas comenzó a promover el sistema de Contabilidad Experimental de los Ecosistemas (EEA por sus siglas en inglés). En los Países Bajos, por ejemplo, esta medición permitió determinar que en zonas específicas de la industria lechera los costos combinados de mantener la infraestructura y controlar los niveles de agua y las emisiones de CO2 excedían considerablemente las ganancias de los agricultores. Por ello, se dictaron políticas para reconvertir determinadas tierras agrícolas en ecosistemas naturales.

Aunque actualmente es el mejor sistema de medición, este aún no logra ‘capturar todas las conexiones que existen entre las personas y la naturaleza, y tiene una capacidad limitada para dimensionar las complejidades de los ecosistemas, como sus límites y retroalimentaciones’, asegura un análisis sobre el tema publicado en la revista Science.

No solo la relación ser humano-naturaleza sería complicada de medir, sino también las interacciones (y sus valores) dentro de un mismo ecosistema. Otro trabajo publicado en Science Advances y liderado por científicos de la Universidad Técnica de Múnich, Alemania, determinó que el valor de un bosque baja a partir de un número determinado de especies. Esto no se traduce en falta de valor de la diversidad, pero sí en que se debería buscar un punto intermedio entre el número de especies y el servicio que el bosque preste al ser humano.

Aunque se deben seguir haciendo mejoras en las herramientas de medición, para Rodrigo Arriagada su poco uso es más un tema de voluntad política que de técnica.

Naciones Unidas lanzará un sistema actualizado en 2021.

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  • 31/01/2020